sábado, 8 de septiembre de 2012

El Fetichismo de Karl Marx


El Fetichismo de Karl Marx

 El mundo contemporáneo se caracteriza por la prevalencia total del fenómeno que Karl Marx llamó fetichismo de la mercancía. Este término, a menudo malentendido, indica mucho más que una adoración exagerada a las mercancías, y va más allá de indicar una simple mistificación o engaño. Se refiere al hecho de que en la sociedad moderna y capitalista la mayor parte de las actividades sociales toman la forma de mercancía, ya sea material o no. El valor de una mercancía, según Karl Marx, está determinado por el tiempo de trabajo necesario para su producción. No son las cualidades concretas de los objetos las que deciden el destino de los mismos, sino la cantidad de trabajo incorporada en ellos, y esa cantidad se expresa siempre en una suma de dinero. Los productos creados por el hombre comienzan así a llevar una vida autónoma, gobernada por las leyes del dinero y de su acumulación en capital. El término “fetichismo de la mercancía” hay que tomarlo al pie de la letra: los hombres modernos se comportan igual que los que ellos llaman “salvajes”: veneran a los fetiches que ellos mismos han producido, atribuyéndoles una vida independiente y el poder de gobernar a los hombres. Este fetichismo de la mercancía no es una ilusión o un engaño: es el modo de funcionamiento real de la sociedad de la mercancía. Esta religión materializada implica, entre otras cosas, que todos los objetos y todos los actos, en tanto que mercancías, sean iguales. No son nada más que cantidades más o menos grandes de trabajo acumulado, y, en consecuencia, de dinero.
Para enfatizar el carácter específico del fetichismo a la sociedad productora de mercancías, Marx da varios ejemplos de producción social no fetichistas.
Uno de ellos es el de un náufrago en una isla, que debe repartir su tiempo entre los distintos trabajos útiles necesarios para producir los distintos bienes de subsistencia. Siendo el único productor y consumidor de estos bienes, claramente estos no son mercancías, y el náufrago distribuirá su día de trabajo entre los distintos trabajos útiles según lo vea necesario. El proceso de producción es determinado racionalmente por el propio productor/consumidor.
Otro ejemplo es el de los siervos de la Edad Media, signada por la dependencia personal. Aquí el siervo trabaja para sí mismo y para su señor feudal siempre produciendo bienes para el consumo directo, y no mercancías. "Las relaciones sociales existentes entre las personas en sus trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos del trabajo."
Otro ejemplo, que ya involucra el trabajo colectivo, es el de una familia patriarcal rural. Aquí los distintos trabajos útiles se distribuyen entre los distintos miembros de la familia. Pero los bienes producidos por esos trabajos útiles no son mercancías, y por lo tanto los distintos trabajos útiles se enfrentan entre sí como distintas funciones sociales de la colectividad (en este caso, la familia).
Finalmente, Marx expone el caso de una "asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social". En este caso, tendríamos las mismas determinaciones del trabajo que en el caso del náufrago, "sólo que de manera social, en vez de individual". Todos los productos de esta asociación son sociales, de propiedad común, y por lo tanto no se enfrentan entre sí como mercancías. Sin importar cómo se regule la distribución del producto social entre los individuos que componen la asociación, "las relaciones sociales de los hombres con sus trabajos y con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la distribución". Las relaciones entre las personas son directas y claras, sin ser mediatizadas por las cosas.

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