sábado, 8 de septiembre de 2012

La in-justicia social en las relaciones sociales


La in-justicia social en las relaciones sociales


En la actualidad vivimos una mal llamada “guerra sana”, en la cual se aceptan y justifican ciertos principios y mecanismos psicosociales que definen determinadas prácticas humanas, me atrevería a llamar siniestras, en tanto que el fin justificaría los medios.
Para un empresario en la actualidad, el tema principal pasa por hacer cada vez más sofisticadas las armas de su competitividad, sin importar cual deba ser el precio o el camino a escoger para ello. Así, vamos viendo como esta “guerra económica”, que no crisis, que estamos viviendo va destruyendo empresas y fuentes de trabajo de manera implacable.
Pero a pesar de que el porcentaje de exclusión social y marginalidad aumenta de manera vertiginosa en todo el mundo occidental, no todo el mundo es consciente de que dichas víctimas del capitalismo atroz son víctimas de una in-justicia.  Únicamente existe alguna protesta cuando existe una percepción y convicción clara de que se ha cometido una in-justicia. Habitamos un mundo en donde, por lo general, el hombre si bien es capaz de percibir el sufrimiento del otro, no necesariamente lo asocia a un hecho de in-justicia. Es decir, si bien son conscientes del padecer ajeno, muchas veces la sociedad, adopta una postura de resignación. Resignación <> crisis de empleo.
Gabriel Tarde[1] pensaba a finales del siglo XIX y principios del XX, que vivir en sociedad era estar inmerso en una especie de sonambulismo hipnótico, era estar dormido. Planteaba la capacidad del súper-hombre como aquél con capacidad inventiva, y sobre todas las cosas, con capacidad para despertar de  esa especie de sueño que era vivir en sociedad.
En la sociedad actual se ha banalizado el mal, experimentando las relaciones sociales una evolución hacia el lado de la tolerancia, el sufrimiento, la infelicidad y la injusticia. Esta evolución viene caracterizada por la atenuación de las reacciones de cólera, indignación y movilización colectiva, todas ellas necesarias si son bien encauzadas para llevar a cabo una acción de solidaridad y justicia.
Esta pasividad viene también dada por la falta de proyectos (políticos, económicos y sociales, a no ser los ya dados) capaces de generar  alternativas de cambio, por un lado. Y por otro lado, por la sensación de la población de una libertad en sus comportamientos y elecciones dada por el Estado (ilusoria por cierto), que trae aparejada una garantía de sometimiento y perpetuidad del sistema. Para que el individuo crea que funciona solo, es decir libre, el sistema asegura una cierta credibilidad de autonomía en los ciudadanos y la reafirma periódicamente (a través de personas, grupos políticos, medios de prensa…que ejecutan los comportamientos oficiales que representarían la falsa ideología del ciudadano con libertad de expresión). Generando esta ilusión, el Estado se asegura su perdurabilidad y pleno dominio del sistema social.
En los medios de comunicación se habla de la violencia en las calles, en los deportes, en las guerras…mientras se hace la vista gorda a la violencia que se vive en el mundo del trabajo (bajos salarios, trabajo en “negro”, competencia desleal, trabajo a des-horas, desconfianza, individualismo…), tanto de los que lo tienen como de los que no.
Movidos por el miedo de la amenaza de despidos, los trabajadores precarizan su mundo laboral:
-Intensificación de jornadas laborales, tanto en ritmo como en horas trabajadas.
-Como estrategia defensiva de los trabajadores, nadie ve, oye, ni habla.
 -Surge el individualismo que desencadena en la competencia desleal. Se niega lo que se ve u oye, se niega el sufrimiento ajeno y se acalla el propio.
-El celo entre los compañeros de trabajo aparece en escena alimentando las distancias, enfrentamientos, falta de confianza, rivalidad…
Ya no es el individuo el que está enfermo, es el sistema social en su conjunto el que lo está. Este sistema se caracteriza por los lazos sociales y son los que debemos mejorar si queremos cambiar.


[1] Sociólogo, criminólogo y psicólogo social francés que concibió la sociología como basada en pequeñas interacciones psicológicas entre individuos. Entre los conceptos que Tarde inició estaban la «mente grupal» (retomado y desarrollado por Gustave Le Bon, y a veces propuesto para explicar la llamada psicología de masas) y la psicología económica, donde anticipaba varios desarrollos modernos. Sin embargo, la sociología de Émile Durkheim desplazó por décadas a las propuestas de Tarde, y no fue hasta que investigadores estadounidenses de la escuela de Chicago y más recientemente la teoría del Actor-Red de Bruno Latour retomaron sus teorías.

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