Nuevamente la injusticia contra los intocables, contra los parias, se vuelve a producir.
Lejos de solucionar el problema del paro en España, o la crisis económica que padece el reino, el nuevo decreto de Reforma laboral que va a aprobar el gobierno español, vuelve a suponer un grave atropello de los "derechos" (que ya sabemos que no debemos tener) de gran parte de la sociedad, sobre todo la de aquellos que tienen un trabajo precario o esos que aunque lo tienen no lo saben, y la de aquell@s que se encuentran en paro. Pero aún degrada más si cabe, los pocos derechos, si es que gozamos de alguno, de los paria occidentales.
La reforma quiere incentivar (¡las ilusiones en este gobierno existen!) la contratación de los jóvenes menores de 30 años, porque tienen un grave problema de paro (ronda el 50%, teniendo en cuenta que muchos están aún estudiando). Hay que tener en cuenta que un joven de 25 años suele estar casado, tiene hijos, créditos con los que pagar de un piso, un coche... Y también "prima" la contratación de mayores de 45 años. ¿Y los paria de 30 a 45? ¿no tenemos derecho a nada?
Cuando en la crisis de los 90 la mayoría de los paria nos quedamos en paro, lo que el gobierno, entonces socialista, incentivaba era a: los menores 25 años, los mayores de 40, las mujeres...¿y los paria de 25 a 40 años? Por supuesto, tampoco recibimos ayudas...¿Algún día recibiremos una ayuda del estado español? ¿Hemos dado el poder a unos psicópatas?
Para Foucault[1],
siguiendo a Nietzsche, el poder no es una sustancia sino una actividad que se
ejerce estratégica y relacionalmente. Foucault nos dice que el poder es, sobre todo, una tecnología
positiva que produce cosas: arquitecturas, instituciones, discursos, saberes,
verdad, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, leyes, reglamentos,
hábitos, almas, conciencias, individuos, identidad, subjetividad, formas de
socializarse, formas de relacionarse, formas de ser, pensar y vivir. El poder
también produce locos, enfermos, soldados, delincuentes, presos, normales,
escolares, recursos humanos… El poder es una tecnología positiva que construye
realidades. El poder construye saber, placer… y nos construye a nosotros
mismos. El poder también es la grosera represión de la anormalidad; pero el
poder es, sobre todo, la sutil construcción de la normalidad. El poder no sólo
reprime formas de vida inadecuadas, sino que también está construyendo formas
de vida adecuadas. El poder también es lo que nos impide ser o hacer lo que
queremos; pero el poder es, sobre todo, esa tecnología que nos hace ser como
somos y, lo que es más importante aún, desear ser de esa manera y no de otra.
El poder, en definitiva, es lo que nos hace ser, pensar y vivir como somos,
pensamos y vivimos. No es extraño que la siguiente etapa de nuestro viaje sea
la subjetividad.
Ante la inseguridad que le
causa al hombre lo inexplicable e insondable, se crean diferentes riesgos: el
totalitarismo, el fundamentalismo, el nihilismo, el historicismo, la ética, la
estética, la política… Todos estos puntos y alguno más, le dan al hombre la
seguridad y le quitan la angustia ante la libertad humana que siempre significa
desamparo, soledad e incertidumbre.
¿Vamos a esperar que unos sindicatos que están viviendo del poder nos ayuden en nuestro camino del desierto?
Los intocables hemos vuelto a pagar "los platos rotos" de una sociedad que se destruye inexorablemente...
[1]
Michel Foucault, filósofo, psicólogo y profesor universitario. Michel Foucault
es un personaje ciertamente poliédrico: historiador (de la locura, de la
clínica, de la prisión, de la sexualidad), arqueólogo (del saber), analista
(del discurso y de las relaciones de poder), psicólogo interesado en la genealogía
de la subjetividad moderna y filósofo (del poder y del sujeto).