jueves, 22 de noviembre de 2012

EMERGENCIA SOCIAL EN ESPAÑA


EMERGENCIA SOCIAL EN SPAÑA. La aparición de un alto desempleo estructural

La productividad, fruto de los procesos de mecanización, automatización e informatización, genera en todos los sectores un alto grado de desempleo estructural que se mantiene a lo largo del tiempo y que no es absorbido ni por el tradicional sector servicios ni por los empleos creados con la aparición del tercer sector o economía social.
Las medidas habituales de flexibilización laboral no resuelven el problema ya que no solamente se trata de una inadecuación del mercado laboral a las demandas empresariales de capital humano sino de un menor requerimiento de puestos de trabajo en el sistema productivo en general. Es un desempleo estructural creciente a nivel global y que no responde a medidas económicas de ningún tipo.
La flexibilidad laboral, en un modelo de economía utópica que no se cumple en la actualidad, hace referencia a la fijación de un modelo regulador flexible para el manejo de los derechos laborales en el interior de las empresas y organizaciones privadas. La aplicación de la flexibilidad laboral requiere de un proceso de desregulación del mercado laboral que usa de referente la libertad de contratación y el contrato individual de trabajo, para flexibilizar los antiguos mecanismos logrados por los sindicatos en el siglo XX, esperando con ello mantener el crecimiento de todo el sector privado. Se permite así mejorar los servicios, mayores oportunidades a las empresas y a las personas, en el mundo globalizado donde las estructuras rígidas y las legislaciones abultadas y complejas resultarían impedimentos a ser superados en pos de mayor libertad para la población económicamente activa.
Los mecanismos de flexibilización laboral se han enfocado en la generación de empleo a través de la reducción del costo de la mano de obra o del tiempo de jornada o de contratación. En tanto se señala, desde el análisis económico del derecho y otras fuentes afines, que carece de sentido establecer múltiples derechos en favor de cada vez menos personas, engendrando privilegios de los cuales solo algunas personas gozan cabalmente (ej. sindicatos) y que no beneficiarían en estos tiempos a la mayor parte de empleadores y empleados. A su vez este ahorro permite generar a las empresas un aumento de su productividad y a su vez generar más plazas de trabajo, lo que a la larga tendría como consecuencia el incremento del ingreso y el tiempo libre.
El proceso de flexibilidad actual es paralelo al paso hacia una economía postindustrialista y digital, dónde las fuentes de empleo potencialmente se diversifican y pluralizan, siempre que existan las facilidades para desarrollarlas. De la misma forma los problemas asociados a la desregulación del mercado laboral proviene de debilidades de las estructuras jurídicas donde se aplica, que permiten sacar ventajas más allá del contrato o acuerdo establecido, lo que vuelve necesaria la consolidación de la seguridad jurídica como pilar de una economía de mercado.
Por otro lado sin embargo, los planes de reducción de las horas de trabajo se consideran sumamente eficaces durante periodos de crisis ya que reducen el número de despidos. En Alemania, por ejemplo, durante la crisis económica de 2008-2011, la estabilidad del empleo se ha logrado en buena medida gracias a los ajustes en las horas de trabajo gracias al diálogo social y como una de las medidas para proteger tanto el empleo como la productividad y viabilidad de las empresas.

sábado, 8 de septiembre de 2012

¿Necesitamos la economía del don?

Economía del don

La economía del don — a veces traducida literalmente del Inglés gift economy como economía del regalo — es una teoría social en la que los bienes y servicios se otorgan sin un acuerdo explícito de quid pro quo. Se basa en el principio de vivir bajo la premisa de que «a mi vecino no le falte nada». Una segunda premisa sería el trabajar con un nivel de conciencia donde «lo que hagamos hoy no sea recordado mañana», ya que nuestras actuaciones se basan más en el amor al prójimo que en el interés o la vanidad. Generalmente, la economía del don ocurre en culturas o subculturas en las que se esperan recompensas sociales o intangibles, como el Karma, el honor, la lealtad o cualquier otra forma de gratitud. A veces la economía del don se llama también cultura del regalo. En algunos casos, regalos simultáneos o recurrentes hacen que la gratitud circule en torno a la comunidad, lo que se puede ver como una forma de altruismo recíproco. En ocasiones se espera conseguir bienes o servicios del mismo valor que aquellos que estamos dando, apoyo político, o un regalo a una tercera persona. Sin embargo, se considera que el verdadero espíritu de la economía del don consiste en dar sin esperar recibir nada a cambio.
En Mayo de 2012, un estudio dirigido por la Universidad de California, en Berkley, Estados Unidos, ha comprobado que en las comunidades que desarrollan este tipo de economía, generan un mayor sentimiento de inclusión y generosidad entre sus miembros.

EL ENTETANIMIENTO


En cuanto al Entetanimiento

La necesidad que tiene el capital de encontrar siempre nuevas áreas de valorización no perdona, desde luego, a la cultura, y es evidente que dentro de la cultura, en sentido amplio, la “industria del entretenimiento” constituye su objeto de inversión principal. Por ejemplo, en los años setenta, el grupo de pop sueco Abba era el primer exportador del país, por delante de la empresa militar Saab; los Beatles fueron nombrados caballeros de la Reina en 1965, debido a su enorme contribución a la economía inglesa. Además, la industria del entretenimiento, de la televisión a la música rock, del turismo a la prensa amarilla, juega un papel importante de pacificación social y de creación de consenso, resumido de manera óptima en el concepto de “tittytainment” (entetanimiento, en español).
El entetanimiento (tittytainment), como herramienta de control de la población, fue propuesto con toda seriedad en 1995 por el ideólogo neoliberal y asesor de la Casa Blanca, Zbigniev Brzezinski en San Francisco en el “State of the World Forum”, en el cual participaron alrededor de 500 de los personajes más poderosos del mundo (entre otros Gorbachov, Bush (padre), Thatcher, Bill Gates…)  ante el advenimiento de la denominada "sociedad 20:80" -concepto ya familiar entre las élites económicas y demás gurús del neoliberalismo-, en la que el trabajo del 20% de la población mundial será suficiente para sostener la totalidad del aparato económico del planeta.
Naturalmente, en un mundo como el actual, dominado absolutamente por consideraciones económicas -pues la globalización basada en el neoliberalismo desregulador no es otra cosa más que el dinero- y en el que lo que no puede incorporarse como valor al mercado se considera obsoleto, ese 80% de la población se convertirá en una molestia inútil cuyas reacciones y protestas deberán ser controlada de alguna forma. Es aquí donde entra en juego el entetanimiento como forma de propaganda y método de control.
El entetanimiento, "[...] una mezcla de entretenimiento mediocre y vulgar, bazofia intelectual, propaganda y elementos psicológica y físicamente nutritivos que satisfarían al ser humano, lo mantendrían convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino"[1], es la nueva forma de propaganda para acallar las previsibles protestas y suprimir los derechos de ese superfluo 80% restante.
El “tittytainment”se propuso en la conferencia como solución a las poblaciones superfluas y potencialmente peligrosas a las que se les destinaría una mezcla de sustento suficiente y de entretenimiento, de entertainment embrutecedor, para obtener un estado de feliz letargo similar a aquél del neonato que ha bebido del seno (tits, en la jerga americana) de la madre. En palabras de Gabriel Sala:
El papel central que tradicionalmente desempeña la represión para evitar los levantamientos sociales viene hoy en día ampliamente acompañado de la infantilización. La relación entre la economía y la cultura no se limita, por tanto, a la instrumentalización de la cultura, al fastidio de ver en toda manifestación artística el logo de los patrocinadores que, dicho sea de paso, financiaban la cultura también hace cuarenta años, pero a través de los impuestos que pagaban y, por tanto, sin poder así adjudicarse el crédito y, sobre todo, sin poder influir en las elecciones artísticas. Sin embargo, la relación entre la fase actual del capitalismo y la fase actual de la “producción cultural” va aún más lejos. Hay una idiosincrasia profunda que conecta a la industria del entretenimiento con el impulso del capitalismo hacia la infantilización y hacia el narcisismo. La economía material está estrechamente unida a las nuevas formas de la “economía psíquica y libidinal”.
"No parece que sea una aspiración descabellada el desear un mundo mejor para nuestros hijos, una sociedad en la que la gente pueda vivir serenamente y en paz, libre de ansiedades artificiales y en la que la vida dominada por la angustia y la inseguridad, el aislamiento, el miedo a los demás y el ansia de dinero sea tan solo un recuerdo de los tiempos estúpidos en los que los seres humanos permitieron que el entetanimiento dirigiera sus vidas."[2]


[1] "Entetanimiento. Un panfleto contra la estupidez contemporánea" Gabriel Sala
[2] Panfleto contra la estupidez…

El Fetichismo de Karl Marx


El Fetichismo de Karl Marx

 El mundo contemporáneo se caracteriza por la prevalencia total del fenómeno que Karl Marx llamó fetichismo de la mercancía. Este término, a menudo malentendido, indica mucho más que una adoración exagerada a las mercancías, y va más allá de indicar una simple mistificación o engaño. Se refiere al hecho de que en la sociedad moderna y capitalista la mayor parte de las actividades sociales toman la forma de mercancía, ya sea material o no. El valor de una mercancía, según Karl Marx, está determinado por el tiempo de trabajo necesario para su producción. No son las cualidades concretas de los objetos las que deciden el destino de los mismos, sino la cantidad de trabajo incorporada en ellos, y esa cantidad se expresa siempre en una suma de dinero. Los productos creados por el hombre comienzan así a llevar una vida autónoma, gobernada por las leyes del dinero y de su acumulación en capital. El término “fetichismo de la mercancía” hay que tomarlo al pie de la letra: los hombres modernos se comportan igual que los que ellos llaman “salvajes”: veneran a los fetiches que ellos mismos han producido, atribuyéndoles una vida independiente y el poder de gobernar a los hombres. Este fetichismo de la mercancía no es una ilusión o un engaño: es el modo de funcionamiento real de la sociedad de la mercancía. Esta religión materializada implica, entre otras cosas, que todos los objetos y todos los actos, en tanto que mercancías, sean iguales. No son nada más que cantidades más o menos grandes de trabajo acumulado, y, en consecuencia, de dinero.
Para enfatizar el carácter específico del fetichismo a la sociedad productora de mercancías, Marx da varios ejemplos de producción social no fetichistas.
Uno de ellos es el de un náufrago en una isla, que debe repartir su tiempo entre los distintos trabajos útiles necesarios para producir los distintos bienes de subsistencia. Siendo el único productor y consumidor de estos bienes, claramente estos no son mercancías, y el náufrago distribuirá su día de trabajo entre los distintos trabajos útiles según lo vea necesario. El proceso de producción es determinado racionalmente por el propio productor/consumidor.
Otro ejemplo es el de los siervos de la Edad Media, signada por la dependencia personal. Aquí el siervo trabaja para sí mismo y para su señor feudal siempre produciendo bienes para el consumo directo, y no mercancías. "Las relaciones sociales existentes entre las personas en sus trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos del trabajo."
Otro ejemplo, que ya involucra el trabajo colectivo, es el de una familia patriarcal rural. Aquí los distintos trabajos útiles se distribuyen entre los distintos miembros de la familia. Pero los bienes producidos por esos trabajos útiles no son mercancías, y por lo tanto los distintos trabajos útiles se enfrentan entre sí como distintas funciones sociales de la colectividad (en este caso, la familia).
Finalmente, Marx expone el caso de una "asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social". En este caso, tendríamos las mismas determinaciones del trabajo que en el caso del náufrago, "sólo que de manera social, en vez de individual". Todos los productos de esta asociación son sociales, de propiedad común, y por lo tanto no se enfrentan entre sí como mercancías. Sin importar cómo se regule la distribución del producto social entre los individuos que componen la asociación, "las relaciones sociales de los hombres con sus trabajos y con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la distribución". Las relaciones entre las personas son directas y claras, sin ser mediatizadas por las cosas.

La in-justicia social en las relaciones sociales


La in-justicia social en las relaciones sociales


En la actualidad vivimos una mal llamada “guerra sana”, en la cual se aceptan y justifican ciertos principios y mecanismos psicosociales que definen determinadas prácticas humanas, me atrevería a llamar siniestras, en tanto que el fin justificaría los medios.
Para un empresario en la actualidad, el tema principal pasa por hacer cada vez más sofisticadas las armas de su competitividad, sin importar cual deba ser el precio o el camino a escoger para ello. Así, vamos viendo como esta “guerra económica”, que no crisis, que estamos viviendo va destruyendo empresas y fuentes de trabajo de manera implacable.
Pero a pesar de que el porcentaje de exclusión social y marginalidad aumenta de manera vertiginosa en todo el mundo occidental, no todo el mundo es consciente de que dichas víctimas del capitalismo atroz son víctimas de una in-justicia.  Únicamente existe alguna protesta cuando existe una percepción y convicción clara de que se ha cometido una in-justicia. Habitamos un mundo en donde, por lo general, el hombre si bien es capaz de percibir el sufrimiento del otro, no necesariamente lo asocia a un hecho de in-justicia. Es decir, si bien son conscientes del padecer ajeno, muchas veces la sociedad, adopta una postura de resignación. Resignación <> crisis de empleo.
Gabriel Tarde[1] pensaba a finales del siglo XIX y principios del XX, que vivir en sociedad era estar inmerso en una especie de sonambulismo hipnótico, era estar dormido. Planteaba la capacidad del súper-hombre como aquél con capacidad inventiva, y sobre todas las cosas, con capacidad para despertar de  esa especie de sueño que era vivir en sociedad.
En la sociedad actual se ha banalizado el mal, experimentando las relaciones sociales una evolución hacia el lado de la tolerancia, el sufrimiento, la infelicidad y la injusticia. Esta evolución viene caracterizada por la atenuación de las reacciones de cólera, indignación y movilización colectiva, todas ellas necesarias si son bien encauzadas para llevar a cabo una acción de solidaridad y justicia.
Esta pasividad viene también dada por la falta de proyectos (políticos, económicos y sociales, a no ser los ya dados) capaces de generar  alternativas de cambio, por un lado. Y por otro lado, por la sensación de la población de una libertad en sus comportamientos y elecciones dada por el Estado (ilusoria por cierto), que trae aparejada una garantía de sometimiento y perpetuidad del sistema. Para que el individuo crea que funciona solo, es decir libre, el sistema asegura una cierta credibilidad de autonomía en los ciudadanos y la reafirma periódicamente (a través de personas, grupos políticos, medios de prensa…que ejecutan los comportamientos oficiales que representarían la falsa ideología del ciudadano con libertad de expresión). Generando esta ilusión, el Estado se asegura su perdurabilidad y pleno dominio del sistema social.
En los medios de comunicación se habla de la violencia en las calles, en los deportes, en las guerras…mientras se hace la vista gorda a la violencia que se vive en el mundo del trabajo (bajos salarios, trabajo en “negro”, competencia desleal, trabajo a des-horas, desconfianza, individualismo…), tanto de los que lo tienen como de los que no.
Movidos por el miedo de la amenaza de despidos, los trabajadores precarizan su mundo laboral:
-Intensificación de jornadas laborales, tanto en ritmo como en horas trabajadas.
-Como estrategia defensiva de los trabajadores, nadie ve, oye, ni habla.
 -Surge el individualismo que desencadena en la competencia desleal. Se niega lo que se ve u oye, se niega el sufrimiento ajeno y se acalla el propio.
-El celo entre los compañeros de trabajo aparece en escena alimentando las distancias, enfrentamientos, falta de confianza, rivalidad…
Ya no es el individuo el que está enfermo, es el sistema social en su conjunto el que lo está. Este sistema se caracteriza por los lazos sociales y son los que debemos mejorar si queremos cambiar.


[1] Sociólogo, criminólogo y psicólogo social francés que concibió la sociología como basada en pequeñas interacciones psicológicas entre individuos. Entre los conceptos que Tarde inició estaban la «mente grupal» (retomado y desarrollado por Gustave Le Bon, y a veces propuesto para explicar la llamada psicología de masas) y la psicología económica, donde anticipaba varios desarrollos modernos. Sin embargo, la sociología de Émile Durkheim desplazó por décadas a las propuestas de Tarde, y no fue hasta que investigadores estadounidenses de la escuela de Chicago y más recientemente la teoría del Actor-Red de Bruno Latour retomaron sus teorías.