sábado, 25 de enero de 2014

LA PERDIDA DE DIOS EN LA SOCIEDAD

El cansancio y el hastío que la gente de hoy en día tiene de la política y de la vida en general, - ya que no tienen expectativas, únicamente el trabajo y el consumismo -, permiten la manipulación y la perdida de voluntades. Cuando el individuo se pierde en la masa, ésta se muestra confusa, carente de sentido; además si tenemos una sociedad en la que se van perdiendo los derechos políticos a favor del pensamiento único (la democracia de hoy en día), se van perdiendo las libertades tanto individuales (cacheos, persecución con cámaras por las calles, de libre pensamiento…) como colectivas (de reunión, de partidos políticos, de prensa, de derechos sociales…) a favor del supuesto ―bienestar de la mayoría, y se va perdiendo la fuerza principal para vivir, esto es, el amor, nuestra sociedad estará abocada al fracaso.
Para darle aún más patetismo a la actitud de los gobiernos, no aprendemos de los errores pasados. En el año 1996, el entonces gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, en la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados dijo:
“Estamos en una situación complicada y muy sensible; la burbuja de optimismo que viven los mercados financieros (finales del año 1996) puede pincharse, es necesaria una reforma laboral porque de ello depende el empleo de la juventud, a la que tanto maltratamos en este país”.
Por ese entonces, el paro en los jóvenes menores de veinticinco años rondaba el cuarenta por ciento, ¿No hemos aprendido nada?, dieciocho años después, ¿nuestros gobiernos nos siguen contando las mismas patrañas?
Después de Adolf Hitler el mundo ha sufrido muchos más hitleres a menor escala (Sadam Husseim, Milosevic…), y se han cometido otros genocidios similares a los llevados a cabo por los nazis como la persecución y matanza de los indígenas americanos, de los indios norteamericanos, la guerra de los Balcanes... Otros sabemos que siguen existiendo como en Corea, Túnez, Libia, Egipto, Irán, Siria..., otros ―hitleres son, tal vez, un país entero, como los Estados Unidos con las guerras de Corea, Vietnam, Irak, Afganistan…, otros ―hitleres lo han sido para masacrar a su propio pueblo en la búsqueda del oro y de la riqueza, como en Angola, Sierra Leona…, pero todos ellos en el fondo persiguen similares intenciones: el dominio y la posesión de los otros, bien sean: sus materias, territorios o personas.
En ocasiones han aparecido en territorios de África, continente éste que el resto del mundo apenas quiere enterarse de que existe, salvo para su explotación, en ocasiones han aparecido en los Balcanes para llevar a cabo el terror y el exterminio, en ocasiones han aparecido en Asia y en Oriente sembrando la desolación el caos y la guerra, en ocasiones han aparecido en los países occidentales, camuflados en la defensa del territorio nacional, y en ocasiones han aparecido como adalides de la democracia, eliminando las libertades de su pueblo, defendiendo el asesinato llevado a cabo por un gobierno en ―pro de la defensa nacional, coartando la libre circulación en los diferentes medios de transporte en ―pro de la seguridad nacional, prohibiendo derechos de las personas en ―pro de la sanidad…Todo ello, por el ―bienestar social, yo no quiero ese bienestar, ¿y tú?
“No es la ceguera, no es el desconocimiento lo que corrompe a las personas y a los Estados. No se les oculta, durante excesivo tiempo, hacia dónde les conducirá el camino emprendido. Pero en ellos existe un instinto, favorecido por su propia naturaleza y favorecido por la costumbre, al cual no pueden resistirse y que, una y otra vez, los empuja hacia adelante mientras reste en ellos algo de fuerza. Divino es sólo aquél que sabe vencerse a sí mismo. La mayoría ve la ruina ante sus propios ojos, pero se precipita en ella”. Leopold von Ranke
La moderna ciencia y tecnología, nos ha descubierto que nuestros genes son perversos y egoístas, no quieren sino transmitir su información hereditaria, cueste lo que cueste. Los animales del mundo, sin aparentemente ser conscientes de ello, descubrieron la muerte violenta y el asesinato. Hordas de monos o gorilas, despliegan auténticas guerras y batallas campales unos contra otros, la mayor parte de las ocasiones por la simple posesión de una hembra de la manada, los leones se comen a las crías de otros leones, nuevamente, por la simple posesión de la hembra en celo, las hormigas se exterminan y se devoran entre sí…En general, la ley de la entropía sitúa, al teatro que es la vida, bajo una pálida luz; una luz de gran inutilidad que en ocasiones pequeños hitleres se encargan de tapar.
La ley de la entropía afirma; que en determinadas circunstancias, la energía se conserva, pero hay partes de la misma que pasan a un estado que ya no puede transformarse. Así, los sistemas dotados de una gran energía pierden la que necesitan para su propia conservación. Se pierden de este modo las fuerzas formadoras de su estructura, disolviéndose si no se introduce nueva energía desde fuera. Cuanto mayor aislamiento se produce, mayor aumento de la entropía.
Prigogine, nos dice que ningún sistema se encuentra mejor aislado que el universo en su conjunto, de modo que al final triunfará la entropía. Pero yo reniego de ello, puede ser que en el universo reine una especie de instinto termodinámico de muerte, puede ser que la entropía sea suficientemente sugestiva como para que se pueda recurrir a ella en otros ámbitos de la vida; el social, el económico, el cultural…La música se convierte en ruido, el arte en nadismo, la sociedad en jungla, los pensamientos en chabacanería…Sabemos que el sol algún día se extinguirá, puede ser que el universo en sí sea un caos y como tal a él nos dirijamos. Pero el mundo necesita una promesa semejante a la que el dios cristiano dio para seguir adelante, una promesa en la que un dios creador se transformó en un dios conservador del mundo, una promesa en la que el propio dios conservador creó las leyes de la propia conservación, ley ésta que presupone que ahí ya hay algo, algo que luego se conserva, o sea, que se tiene que haber recibido algo en su comienzo que después se pueda conservar. Tiene que haber un principio, y antes de ése principio una nebulosa originaria, es decir, lo que existe habría podido no existir… ¡La contingencia!, pero existe, el mundo existe, y como tal hemos de conservarlo. Debemos convertirnos en dioses, cada uno de nosotros debemos ser nuestro propio dios si queremos conservar el mundo, el principio de todo debe de interpretarse como un acto de amor y este amor es el fundamento de nuestro ser; con eso ha de comenzar todo.
Al haber ―perdido a Dios, el mundo tiene miedo, sin saberlo…, sin ser consciente, pero el miedo a esa carencia de significación debemos perderlo porque dios somos todos nosotros si nos formamos sobre el amor. Las religiones, el trabajo, los mitos, el logos…Son intentos de superar esa contingencia que es la pérdida de un Dios monoteísta, el deseo que el hombre tiene de que ―alguien haya pensado en él, y de que el principio de todo tiene que ver ―con uno mismo, debe desaparecer, porque el principio está creado y ahora lo debemos conservar creando nuestras propias leyes de la conservación. El Dios uno que antes garantizaba la interrelación espiritual de la sociedad, ha desaparecido, y su pérdida ha resultado traumática para la sociedad.